Este taller está diseñado para aquellas personas que sintamos la necesidad de entender los mensajes que nuestro cuerpo nos dice, nos grita o nos duele.
Sí, nuestro cuerpo nos habla:
- Lo que la boca calla
- lo que el corazón encierra
- lo que la mente oculta.
Y aquello que está enclaustrado pugna por salir. Se manifiesta como dolor, síntoma, enfermedad o emociones que nos desequilibran.
¿Y todo esto para qué?
Para que lo escuchemos. Para que cambiemos. La manifestación no es más que una alarma, una luz roja que se enciende en nuestro cuerpo. Está diciéndonos que “algo” no funciona y si no atendemos esa manifestación se hace escuchar más fuerte, grita más.
Generalmente hay alguna estrecha relación entre el lugar donde aparece el síntoma con la necesidad que no estamos atendiendo. El conflicto que estamos atravesando, si continua sin ser atendido se revelará como una señal simbólica en nuestro cuerpo.
Tal vez nos está invitando a revisar un hábito, una creencia, una actitud, una forma de pensar. Puede ser una emoción que no estamos expresando o no sabemos como hacerlo. Quizás estamos permaneciendo en un lugar donde ya no queremos estar (un trabajo, una pareja, una relación, una casa, etc.)
Solo hay que averiguarlo. Decodificar el mensaje. Elegir si queremos cambiar aquello que nos enferma.
Elegir es hacernos responsables de las consecuencias. Si queremos seguir con aquello que nos enferma o realizar los cambios que nos reclama la manifestación.
Esto es lo que aprenderemos en este taller
Mi experiencia
A mis 22 años fui diagnosticada con una úlcera duodenal. Llevé a cabo todo el tratamiento y mejoré. Pero comencé con dolores en el pecho, palpitaciones y ataques de llanto sin motivo aparente. Médicamente estaba todo correcto y no había explicación de lo que me estaba pasando. En ese momento de mi vida yo no era consciente de que mi cuerpo estaba reclamando que cambiara “algo”. Hasta que conocí a una terapeuta que me hizo dar cuenta que el cuerpo y la mente son las dos caras de la misma moneda, no pueden separarse. Lo que me pasaba tenía una relación directa con mi actitud de víctima. Creía que la vida había sido injusta conmigo y me debía una compensación. Precisamente esta creencia hacía realidad mi pensamiento. La úlcera se manifestó porque yo no me aceptaba y me degradaba a mi misma. No podía digerir lo que el exterior me ofrecía.
Sentía rabia y frustración y se manifestaban con las contracturas musculares en la zona del pecho. También sentía mucha impotencia porque yo creía que no podía hacer nada, de ahí mis llantos.
Mi cuerpo me gritaba:
“deja de sentirte víctima y hazte responsable. Toma las decisiones necesarias para cambiar tu actitud y cambiarás tu vida.”
Este es el mensaje que mi cuerpo me estaba mostrando.
Si la concepción ordinaria que tenemos de la vida, la muerte, la salud y la enfermedad se apoya sólidamente en la física del siglo XVII, y si esa física ha pasado a un segundo término ante la aparición de una más cabal descripción de la naturaleza, se plantea inevitablemente una pregunta: ¿no estaremos también necesitando un cambio de nuestras ideas sobre la vida, la salud y la enfermedad?
Larry Dossey