Camino hacia la autonomía

¿De qué hablamos cuando decimos “Dependencia”?

La dependencia se puede definir como la necesidad de ayuda para realizar las actividades básicas de la vida cotidiana. Así existen varios tipos de dependencias, físicas, psíquicas, sensoriales, químicas, emocionales, económicas, laborales…

¿Por qué hablar de “dependencia” en las mujeres que comenzamos a transitar la menopausia? Porque muchas nos empezamos a cuestionar dónde reside nuestro valor como personas al entrar en la edad madura.

Cuando entré en la cincuentena empecé a hacerme muchas preguntas relacionadas con este concepto. ¿De qué o de quién dependo para vivir? ¿Soy autónoma? ¿Soy libre de actuar y tomar mis propias decisiones? ¿Necesito permisos? ¿Puedo valerme por mí misma? ¿Soy capaz? ¿Qué talentos tengo que puedo desarrollar para sentirme más independiente? ¿Siento que tengo la fuerza necesaria para sostenerme a mí misma? ¿Cuál es mi relación con el dinero? ¿Manejo mis asuntos financieros? ¿Tengo confianza en mis posibilidades de concretar aquello que deseo? Creo que todas estas dudas surgen porque a esta edad deseamos con más tesón que nunca una mayor independencia en nuestra vida. Anhelamos la libertad

Somos mujeres adultas, pero a veces necesitamos pedir permisos. No estoy diciendo decirle abiertamente a otras personas “me dejas hacer tal o cual cosa”. Es más sutil. En mi caso, me di cuenta que necesitaba un consentimiento tácito: de mi marido, mi madre, mi hijo… para empezar a hacer algo nuevo, que hasta ahora no había sentido la necesidad de hacer. Y si, pedía permiso. No de forma clara, sino camuflada. Necesitaba ciertos comentarios aprobatorios de parte de algún integrante de mi familia.

También como terapeuta noté que muchas mujeres requerían este permiso tácito de algún ser querido. Incluso de familiares fallecidos. En este caso concreto sienten que esa persona jamás vería con buenos ojos que ella haga lo que quiere hacer. Y como no tienen la oportunidad de comprobarlo físicamente, sienten mucho dolor y frustración. De estos permisos hablo.

Esta etapa nos plantea la necesidad de cuestionarnos el valor y el sentido de las relaciones que hemos estado estableciendo durante todos esos años. Es como si pusiéramos una lente gigantesca para poder ver de cerca aquello que nunca nos atrevimos a mirar. Revisar y actualizar nuestra forma de vincularnos: con familiares, hijas, hijos, papá, mamá, pareja; con los amigos, amigas, compañeras y compañeros de trabajo, autoridades e incluso personas conocidas. Y hasta nuestro vínculo con nosotras mismas. Este procedimiento nos asusta un poco. Porque de alguna forma sentimos que esta necesidad surge de una transformación interna que estamos experimentando: nuestro paso a la edad madura. Y duele. Hay dolor porque hay muerte; inevitablemente tiene que morir una parte de nuestro yo anterior para surgir una nueva versión, que se nos acople mejor a la realidad presente.

Tener el valor de aceptar los cambios necesarios en la edad madura y sentir la pérdida que los acompaña es fundamental si queremos crear unos cimientos firmes para nuestra salud en la segunda mitad de la vida. Christiane Northrup

No importa cuán seguras nos encontremos, cuán fuertes nos sintamos o cuán establecidas estemos, este pasaje viene acompañado siempre de un cambio profundo. Es imposible estar preparadas lo suficiente, tenemos que vivirlo. La transformación se produce de adentro hacia afuera y tiene diferentes fases.

Y mientras este proceso se lleva a cabo existe un impasse, una especie de punto muerto donde sabemos que ya no nos sirve el modelo anterior, pero no tenemos la menor idea de cuál es el nuevo, cómo lo construiremos, qué queremos incluir o desechar en él. Nos hallamos en un cruce de caminos. Tenemos que elegir cuál seguir.

Me recuerda a lo que en Gestalt llamamos el vacío fértil. Esa sensación de vacío que es LA NADA MISMA. Y a su vez en esa nada están todas las posibilidades potenciales, por eso es fértil.

Claramente necesitamos saber qué queremos, hacernos responsables de las decisiones que tomemos y actuar en consecuencia.

Parar la pelota y mirar hacia dónde queremos lanzarla”.  Este dilema me recuerda al arquetipo de la diosa Hécate.

https://www.abanicodeplumas.com/2020/11/30/los-arquetipos-femeninos-de-la-mujer-madura-iii-hecate/

Nuestra Hécate es quien nos prepara para buscar nuestra verdad, salir de la ignorancia o la negación y poder escuchar la voz de nuestra sabiduría interior. Es nuestra comadrona, la ayudante interna que nos muestra el pasado, permite sopesar el presente y nos ayuda a percibir como queremos vivir nuestro futuro.

Si, tenemos que elegir cómo queremos vivir nuestra vida de ahora en más. Y para ello tienes que dar a luz a tu nueva vida. Al parirte a ti misma experimentas un símil dolor de parto. Este dolor es diferente, único para cada mujer.

¿Haz oído hablar de síndrome del nido vacío?

Este síndrome no es ninguna patología. Es una experiencia que casi todas las mujeres en algún momento de nuestra vida, vamos a sentir, sin necesidad de haber sido madre. Puede ser que coincida, si has tenido descendencia, con el momento en que los hijos e hijas abren las alas y se van de casa para vivir sus propias vidas. Pero también puede ser que hayas roto con tu pareja de muchos años, hayas decidido cambiar de trabajo o empezar a trabajar. Tal vez tengas que hacerte cargo de tus progenitores ya mayores o despedirte de ellos. O una combinación de todas estas situaciones…

Es un duelo en toda regla. http://www.estelavassallo.com/duelo-de-seres-queridos/

De repente te embarga una sensación de pérdida, soledad y vacío. Es una mezcla de emociones contradictorias. Sientes tristeza y alegría a la vez. Congoja y felicidad. Este cambio es muy importante en nuestra vida, da comienzo a una nueva etapa y a su vez la rutina cotidiana y su dinámica ya no puede volver ser la misma. Es un cóctel de sensaciones dolorosas y también de expectación por la puerta futura que se abre ante nuestros ojos.

Ahora, en la post-menopausia es cuando nuestro cuerpo, hormonas y cerebro están preparados para darnos la bienvenida. Para re-crearnos.

Si realmente sentimos esa necesidad de libertad y de tener una verdadera independencia, tanto económica como emocional, el único camino es adquirir responsabilidad sobre nosotras mismas.

Ser una persona autónoma es tomar decisiones. Comienza por explorar tus capacidades y descubrir tus potencialidades. Escoge el camino del autoconocimiento. Si deseas independencia económica tal vez necesites ayuda para cambiar tu legado cultural sobre el dinero, capacitarte en gestión financiera, despojarte de creencias negativas con respecto a la prosperidad, romper con conceptos asociados a la pobreza como que la espiritualidad está reñida con la materia.

Si tu necesidad es de independencia emocional, este es tu momento. De estudiar algo, aprender nuevos hobbies o dedicarle tiempo a los que ya te gustaban, meditar, pintar, tejer, dibujar, hacer artesanías, inscribirte en talleres de desarrollo personal, conectar con aquellas personas que hace años no sabes nada de ellas o hacer nuevas amistades, etc, etc, etc. Todas actividades que nos llenan el alma, nos nutren y reconectan con nosotras mismas.

Es el momento de encontrar el equilibrio perfecto entre cuidar de ti y cuidar de los demás.

Crecer, no hay otra opción. Esto es prioritario en tu vida.