La belleza de la mujer madura

Vamos a dar unas pinceladas al concepto de “Belleza

¿Qué entendemos por Belleza?

Hemos buscado en primer lugar en la filosofía. Y apreciamos que se distinguían categorías diferentes para el concepto de belleza, existía la belleza ideal: basada en la composición de las partes, las proporciones y la armonía. Es una belleza abstracta. Hay una belleza espiritual, o del alma, que se expresa a través de la mirada, denota alegría, serenidad desde donde todo el ser trasluce su propia luz interior. Y otra llamada belleza funcional, aquí el acento está puesto en la utilidad, es decir las cosas son bellas en tanto son útiles. Observemos que, según estos criterios, las cosas pueden ser bellas o feas a la vez, esto es, según qué fin persigan.

Esta noción de belleza objetiva cuya existencia depende de la esencia misma de lo bello, se contrapone con la noción de belleza subjetiva, relativa, es decir, según la apreciación de quien observa. Con el transcurso del tiempo, el debate filosófico comienza a abandonar la discusión sobre las reglas que permiten construir qué es lo bello (o reconocerlo) y se desplaza hacia los efectos que la apreciación de la belleza produce. Recordemos, además, que la filosofía hasta hace muy poco era cosas de hombres.

De lo que estamos seguras es que la belleza es un constructo social, de acuerdo con ciertos factores culturales de una época, que cambia según las reglas imperantes. Y este valor estético es subjetivo, no universal, dependiendo de los parámetros elegidos como belleza de una sociedad que a su vez puede no serlo para otra.

En la actualidad estamos sumamente condicionadas por la imagen exterior. Las redes sociales, la televisión y otros medios de comunicación nos empalagan con millones de estímulos visuales, que nos imponen un “perfeccionismo” físico, una apariencia y un atractivo determinados, como estereotipos a alcanzar. Es alarmante la cantidad de trastornos tanto físicos como psicológicos que se están generando debido a esta enfermedad social llamada obsesión por la belleza. Y como consecuencia de una percepción distorsionada de la propia imagen, la persona se somete a procedimientos estéticos innecesarios, comparándose o queriendo llegar a ser como ciertas celebridades, actrices o modelos. Se gasta dinero en cosméticos que prometen el oro y el moro, dedica mucho tiempo y energía en mejorar su aspecto, para aparentar lo que no es y satisfacer así con sus selfies, a su público observador, prejuicioso y condenatorio. Los trastornos alimenticios como anorexia, bulimia y desórdenes nutricionales por someterse a dietas milagrosas están a la orden del día, al igual que otros como ansiedad, depresión, vigorexia, dismorfofobia que están apareciendo cada vez con mayor frecuencia. Y hasta una nueva forma de discriminación, llamada “aspectismo” de la que suelen ser víctimas aquellas personas cuya apariencia física se aleja de los cánones y estándares de belleza que marca el sistema.

Este condicionamiento social, lo padecemos tanto hombres como mujeres. Pero ¿nos influye en igual medida?

La respuesta es: NO. Este problema afecta de manera desigual a las mujeres que a los hombres.

Existe una gran diferencia entre ambos sexos, por ejemplo, el número de cirugías plásticas a la que nos sometemos las mujeres, con el consecuente riesgo que conlleva, es de un 80 % frente al 20 % de los hombres. El tiempo promedio que dedicamos nosotras a nuestro “arreglo personal” es de 50 minutos diarios, frente a 10 minutos en ellos.

Esto se debe a múltiples factores a las que nos vemos sometidas las mujeres. No cabe duda de que el cuerpo femenino ha sido erotizado, hipersexualizado y utilizado como vehículo de placer masculino en publicidades, películas, series, concursos y demás. Pechos grandes, cintura de avispa, labios carnosos, culo en pompa, vientre plano, delgadez extrema… ¡Ufffff! nos han impuesto un objetivo muy alto y difícil de alcanzar. Por suerte, poco a poco nos vamos quitando el velo y pugnamos por rechazar cualquier cosificación deliberada del cuerpo femenino.

Pero aún no hemos hablado de otro inconveniente que también parece una cuestión de género: la edad. A las mujeres se nos exige no envejecer. La belleza física está ligada a la juventud. Y no es igual para los hombres, quienes se vuelven interesantes, más atractivos, incluso lucen sus canas con elegancia, sus vientres abultados con naturalidad y sus calvicies con alegre resignación. Además, la imagen de un hombre maduro se asocia con experiencia, sabiduría, aplomo, seguridad y estabilidad financiera. Esto también lo vemos reflejado en ámbitos como el laboral, sin ir más lejos en el cine las actrices maduras solo cubren papeles de madres, ancianas y otros roles “propios de la edad”, mientras que los actores siguen siendo galanes y les ofrecen papeles protagonistas hasta bien entrada la madurez. Obviamente las actrices que los acompañan son jóvenes. En otros muchos campos las mujeres somos invisibilizadas a partir de cierto número de cumpleaños.

¿Podemos encontrar algún tipo de solución a toda esta problemática?

Nosotras creemos que sí. Si este problema surge de una construcción social, tendremos que deconstruir todo este conjunto de supuestos estereotipos y construir un nuevo concepto de belleza, basado en parámetros absolutamente más relajados con la apariencia física, aceptando la diversidad en todos sus aspectos: forma, tamaño, estatura o color, respetando la naturalidad de los cuerpos, la genética y el pasar de los años.

En Abanico de Plumas pensamos, y siempre desde nuestra vivencia personal, que necesitamos redefinir la belleza propia, aportando nuestra nueva mirada.

Comencemos por aceptar nuestra perfección. Sí, somos perfectas! Apreciemos y valoremos la elegancia y el poder de la estación en la que nos hallamos. Necesitamos mirarnos con amor. Nuestros cuerpos cambiantes son encantadores. Salgamos a lucirlos. No los escondamos. No ayudemos a invisibilizarnos. Para cambiar los estereotipos sociales sobre las mujeres maduras necesitamos mostrarnos tal como somos realmente. No queremos que se nos identifique con modelos para dentaduras postizas, compresas para incontinencia urinaria, audífonos o residencias geriátricas. Pongámosle voz a nuestra reivindicación: somos atractivas, sensuales y capaces de tener orgasmos intensos durante toda nuestra vida. Belleza y Madurez no son palabras incompatibles. Esta es la realidad.

Y como dice Christiane Northrup, no podemos volver a ser botón de rosa, pero podemos convertirnos en un brillante y jugoso escaramujo, esa parte de la rosa que contiene las semillas de las que podrían nacer cientos de rosales.

“La belleza es la actitud interior, la energía, la vivacidad, la actividad, la seguridad de sí misma, el espíritu, la inteligencia, la sagacidad, la experiencia, la agilidad, la serenidad y la tranquilidad. La belleza brota del interior, es una manifestación de la identificación con una misma, de estar en paz con una misma, de manifestarse tal como una es”.

Sylvia Schneider

Os invitamos hermosas mujeres a participar en esta nueva propuesta. Construyamos entre todas este nuevo concepto de BELLEZA basado en el RESPETO. Poned comentarios de vuestro sentir sobre el tema.

HAGAMOS TRIBU. Gracias.