En este momento mundial estamos avanzando muchísimo tecnológicamente, es innegable, pero parece que emocionalmente las personas estamos aún en pañales. Mucho se ha escrito al respecto y deberíamos tener más conocimiento sobre las emociones: qué son, para qué están, cuál es su función, qué quieren decirnos cuando aparecen, etc.
Sin embargo seguimos sin ser conscientes de ellas y muchas veces nos vemos envueltas en problemas que interfieren o dificultan nuestro accionar.
Dos caras de la misma moneda
Nuestra mente es alucinante. Tiene una dimensión racional que nos permite reflexionar, deducir, analizar, considerar, evaluar, comparar, argumentar… y también tiene la dimensión anímica, más arcaica, que nos mantiene en alerta ante el peligro. Evidentemente son importantes ambas dimensiones y actúan simultáneamente. Por ejemplo, cuando tenemos un susto (un tigre nos va a atacar) aparece el miedo como emoción y la razón sopesa:
si el peligro es mayor que nuestras posibilidades de reacción activamos la huida
si el peligro es menor, nos enfrentamos a él.
Pero cuando la dimensión emocional advierte una posible amenaza puede tomar el control de nuestra conducta, es lo que se denomina “secuestro emocional”. En este caso se anula la dimensión racional y nuestra actuación está regida, sin saberlo, por las emociones, como un recurso de supervivencia.
En nuestra vida existen determinadas circunstancias que pueden interpretarse como “amenazas”. Estos riegos pueden ser reales (falta de vivienda, no tener comida, nos atacan, etc) o pueden ser irreales, imaginarios (no reconocemos nuestros recursos, creemos que no podemos, pensamos en situaciones catastróficas que no están sucediendo, etc)
Cuando nos secuestra una emoción no somos conscientes de ello, por lo tanto no hacemos nada para evitarlo y podemos terminar en verdaderos problemas tanto emocionales como físicos.
Si nos secuestra el miedo, podemos desarrollar fobias.
Si nos secuestra la tristeza, podemos terminar en depresión.
Si nos secuestra el dolor, podemos vivir en el sufrimiento.
Cuando aparecen la tristeza, la soledad, la irritabilidad, los celos, ira, culpa, mal humor… tenemos dificultades en la construcción creativa y equilibrada de las relaciones personales. Son señales de que no estamos atendiéndonos adecuadamente. Este es el precio que pagamos.
Así que aprender a agenciar nuestras emociones es fundamental si queremos mantenernos en equilibrio y saludables. Es necesario realizar un trabajo en equipo entre nuestra inteligencia racional y nuestra inteligencia emocional.
No podemos escoger lo que nos pasa, sí podemos elegir con qué actitud actuamos y nuestra respuesta ante ello.
Aquí te ofrecemos algunos tips para que comiences tu camino hacia una mayor estabilidad.
Vivir cada día lo extraordinario de lo cotidiano: Disfrutar del despertar, de una mañana fresca, de una ducha, de una charla, de la amorosidad de nuestras mascotas, de la lluvia y el olor de la tierra mojada, de un atardecer, del viento como mece los árboles. Millones de pequeñas y formidables cosas que nos pasan cada día.
Aprender a discernir: Saber diferenciar lo que nos sirve de lo que no. Qué nos ayuda a ser mejores, a aprender, qué nos conviene cambiar, qué puede ser transformado o reciclado o qué debemos eliminar definitivamente de nuestras vidas.
Aprender a escoger cómo queremos reaccionar: Nuestra actitud frente a cualquier circunstancia es importante. Ya es el momento de asumir la responsabilidad de nuestros actos y dejar de culpar a la vida, a los demás, a lo que nos pasó, nos hicieron o no nos dieron. Vamos viviendo haciendo y deshaciéndonos constantemente y a cada paso que damos tomamos decisiones que nos van definiendo. Conscientes o no siempre es nuestra elección.
Lo que crees, creas. Es importante revisar cada tanto nuestras creencias. Hay un cuento que ayuda a entender esto.
Dos ranas se cayeron en un cubo de nata y una le dijo a la otra:
– ¡Es inútil, no saldremos con vida de aquí! Estamos perdidas.
– Tú sigue nadando, de alguna forma conseguiremos salir.
– Es demasiado espeso para nadar, demasiado resbaladizo para arrastrarse y demasiado blando para saltar. Ya que vamos a morir, es mejor que sea ahora y así no sufrimos.
Dejó de nadar y murió ahogada. Su amiga en cambio siguió nadando sin rendirse. A la mañana siguiente estaba encima de un bloque de mantequilla que ella misma había batido. Y allí se quedó sonriente un buen rato hasta que saltó afuera del cubo. Y siguió su vida.
Observar nuestra relación con el perfeccionismo: La autoexigencia es un lastre que no nos deja vivir en armonía, en coherencia con nuestra naturaleza. Una cosa es trabajar con excelencia y otra es buscar la perfección. La perfección no existe. Siempre puede ser mejorada. No somos ni podemos ser perfectos. Sí somos seres perfectibles. Aceptemos este proceso en el que estamos.
Hay muchos más tips que podemos darte para comenzar a transitar por la vida con mayor coherencia y eligiendo con sabiduría. Con las emociones y el raciocinio contamos con mayor información para poder dar respuestas a las diferentes situaciones que la vida nos presenta. Para ello cuentas con nuestros servicios de Terapia Gestalt, Coaching, Flores de Bach y Access Bars.
Si detectas algún patrón que se repite en tu sistema familiar o bloqueo también te ofrecemos las Constelaciones Familiares y la Reflexología.
Todas las personas tenemos la capacidad para responsabilizarnos de nosotras mismas. Ahora lo que tenemos que preguntarnos es si queremos. ¿Quiero crecer? ¿Ser adulta? ¿Tomar el control de mi vida? ¿Ser autónoma e independiente? Si tu repuesta es SI, manos a la obra!!!
Claro, puede ser fácil decidirlo, pero por dónde se empieza y cómo se hace… Porque no nos han enseñado, en los institutos no existe una materia llamada “Crecimiento personal”… Muchos adultos ni siquiera saben nada sobre este tema.
Un buen comienzo sería, primero elegir en qué área de tu vida quieres empezar a desarrollarte. Luego indaga con qué recursos cuentas, esto es: qué sabes hacer, qué cosas se te dan con mucha facilidad, con qué disfrutas tanto que no te das cuenta del tiempo que transcurre. No busques grandes conocimientos, fíjate en cosas cotidianas, pequeñas, esas que crees que todo el mundo puede hacer y que no tienen importancia.
Cuando lo tengas claro la pregunta es: ¿Con todo esto qué puedo hacer? ¿Y qué otros recursos necesito para llevarlo a cabo? Ahí es donde necesitas ayuda.
En Abanico de Plumas encontrarás el apoyo y acompañamiento que necesites.
Está bien pedir ayuda, no es debilidad ni vergonzoso. Nosotras también hemos pasado por ahí.